sábado, 12 de septiembre de 2015

La función y utilidad de las unidades paracaidistas

Mucho se ha debatido históricamente sobre la utilidad y necesidad de las unidades paracaidistas, principalmente en lo que a infantería regular se refiere, ya que en otros ámbitos (operaciones especiales, médicos de combate u operadores de vanguardia, por ejemplo) está más que contrastada su utilidad y no se trata de algo debatible.
El infante paracaidista, por el mero hecho de ser eso, paracaidista, es un soldado con una instrucción superior a su homólogo de cualquier unidad de la misma Arma. La instrucción paracaidista requiere no sólo la formación de salto, sino una preparación a otro nivel, que garantice al infante poder realizar su misión una vez haya tocado tierra. Y es aquí donde radica su auténtica utilidad.

La misión principal de las unidades paracaidistas de línea, y toda unidad de Fuerza adscrita a ellas (artillería o ingenieros, por ejemplo), es crear un segundo frente tras la línea enemiga. Es decir, el paracaidista cuenta como misión principal saltar en territorio enemigo, enfrentarle y actuar de segundo frente para sustraer recursos y personal enemigos del frente de batalla principal.

Esta misión, de extremo riesgo, no puede llevarse a cabo por un infante estándar, preparado para una confrontación de un tipo más tradicional, dentro de cada una de las Armas (Infantería Ligera, Mecanizada o Acorazada). El hecho de que el estar copado por el enemigo, aislado de las propias líneas, sin apoyo aliado de ningún tipo más allá del posible apoyo aéreo o del proporcionado por otras unidades paracaidistas o aerotransportadas, sea la situación normal en la que el paracaidista haya de enfrentar al enemigo hacen de él un soldado de capacidades superiores, con requisitos más exigentes y con la necesidad de una formación y un equipo más extenso y especializado.

No en vano, el puesto de mayor riesgo y fatiga en la milicia occidental tradicionalmente siempre ha sido el paracaidista, y es que en una misión de este tipo, tanto si es a nivel escuadra como a nivel Bandera, hay muchos, quizá demasiados elementos que pueden salir mal, variables que no pueden controlarse en la medida en la que a un infante "normal", por así llamarlo, le gustaría.

Sin embargo, y volviendo a las primeras líneas, la utilidad de las unidades paracaidistas se maximiza cuanto menor es su tamaño, siempre que nos refiramos a misiones y cometidos distintos del principal, que recordemos es crear un frente de batalla alternativo en la retaguardia enemiga.

Actualmente, las operaciones especiales son una modalidad que está en auge en los conflictos modernos. Podemos confirmar aquí, al igual que en otros casos, la regla del 80/20: El 80% de los resultados obtenidos en Zona de Operaciones son logrados por el 20% de los efectivos desplegados, mientras que el 20% restante de los resultados son obtenidos por el 80% de los efectivos. Esto da una muestra bien clara de que la efectividad y utilidad del personal con instrucción y equipamiento superiores al soldado regular es mucho más optimizada, en recursos comprometidos y riesgos asumidos, que una operación convencional a mayor escala. Y es que es habitual que unidades pequeñas, incluso a nivel patrulla (4 hombres) sean capaces de llevar a cabo operaciones en las que no sería descabellado emplear unidades de entidad Batallón si no se contara con estos efectivos.

El infante paracaidista, una vez fogueado, con una experiencia a sus espaldas, es capaz de asumir con prácticamente las mismas garantías de éxito que una unidad de operaciones especiales este tipo de misiones y cometidos. Y aquí radica la otra gran virtud del "paraca", la versatilidad y el bajo coste.

Los batallones de Rangers estadounidenses, que a fuerza de sangre, sacrificios y éxito se han labrado una intachable reputación internacional, son habitualmente considerados unidades de operaciones especiales. Y esto se refleja en medios específicos que dentro del Ejército Estadounidense sólo ellos tienen, muy adaptados a sus misiones y de poca o nula utilidad para una infantería convencional, pero que en cambio potencian enormemente las habilidades de los rangers.

En lo que a las Fuerzas Armadas Españolas se refiere, la Brigada Paracaidista, siendo una unidad de línea, de la especialidad Infantería Ligera, es capaz de llevar a cabo un abanico de misiones inmenso. Pues si bien el CLP (Caballero Legionario Paracaidista) es de por sí muy versátil, la Brigada, a lo largo de los años, ha ido creando estructuras, unidades y dotándose de medios específicos para cubrir un abanico de misiones cada vez mayor, no siendo en absoluto extraño que unidades específicas de la Brigada realicen operaciones que, de no existir, deberían recaer en unidades específicas de operaciones especiales. Estamos hablando principalmente de las PRPs (Patrullas de Reconocimiento en Profundidad), actual CRAV (Compañía de Reconocimiento Avanzado). Pero eso es otra historia de la que hablaré en mi próximo artículo.

viernes, 24 de octubre de 2014

Guerreros y soldados

El Arte de la Guerra se fundamenta y depende de muchos elementos. Algunos abstractos, como la instrucción, la moral o la determinación. Otros materiales, como el equipamiento, el transporte o el avituallamiento. Otros históricos y permanentes como la inteligencia militar, u otros relativamente nuevos, como los fundamentados en las nuevas tecnologías.

Pero si existe una piedra angular en el Arte de la Guerra, un núcleo sobre el que orbitan el resto de piezas del puzzle, es el combatiente, a quien podríamos denominar como la unidad mínima histórica de la Guerra.

Según la RAE, se define combatiente como:

1. adj. Que combate.


Tenemos, por tanto, al individuo cuyo objetivo es enfrentar al enemigo; combatirlo. Pero ¿cómo lo combate? ¿Preferirá la acción disciplinada, en grupo? ¿Será, en cambio, un lobo solitario? ¿Usará el subtefugio? ¿Sus acciones dependen de sus superiores o tiene libertad de acción? ¿Cómo es su organización jerárquica? ¿De qué equipo dispone?

Dentro de una probablemente infinita relación de preguntas como las anteriores, resulta interesante atender a dos habilidades del Arte de la Guerra en particular, que afectan directamente al combatiente y la forma en la que éste actúa en el campo de batalla: La disciplina y la habilidad guerrera.

En la Antigüedad, era normal que los ejércitos diesen prioridad a la disciplina, por encima de la habilidad guerrera. La falta de una milicia profesional y permanente, los precarios medios y la variable disponibilidad de los recursos, tanto económicos como materiales, justificaban una instrucción y una doctrina fundamentadas en el número de la tropa, y no en su habilidad individual. La máxima representación de esto es la falange griega, una formación de combate cuya fuerza residía en la compactación de los integrantes de la misma, con un único sentido de avance y un solo flanco viable para enfrentar al enemigo, donde resultaba mucho más importante la cohesión que la habilidad individual de cada combatiente:



­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­Diagrama de Falange Macedonia, compuesta por 256 efectivos, denominada Syntagma. Se trata de una de las formaciones de mayor éxito, que cosechó victorias durante varias décadas y enfrentó, saliendo victoriosa (siempre con el apoyo de otros elementos de ejército), a ejércitos de gran cantidad de tipos y doctrinas diferentes, desde formaciones similares, hasta elefantes y caballería ligera.

Podemos encontrar ejemplos similares en prácticamente cualquier periodo histórico: legión romana, ejército romano republicano, el grueso del ejército libre sirio (2011-presente), etcétera.

Existen en la historia, así mismo, ejemplos de lo contrario. Estilos de guerrear que anteponen la habilidad del combatiente individual frente a la actividad grupal. Por lo general, y a menos que nos refiramos a unidades específicas o ejemplos muy concretos, se trataba de ejércitos en los que la disciplina y la cohesión no eran demasiado relevantes. Un ejemplo de ello son las tribus germánicas de los siglos I al III d.C., que pusieron en jaque al Imperio Romano y, finalmente junto con otros factores y facciones provocaron su caída en Occidente.

Un ejemplo muy importante de combatiente individual lo encontramos en Oriente, donde la habilidad individual era extremadamente importante, pudiendo citar a Miyamoto Musashi y su obra culmen, El Libro de los Cinco Anillos, un tratado sobre el Kenjutsu o arte del manejo de la espada, como ejemplos más característicos.

Sin embargo, en el Japón feudal de esta época los ejércitos, dirigidos por la élite militar conformada por los Samuráis, tenían su grueso compuesto por tropas pobremente entrenadas y equipadas, los ashigaru, muy similares a sus homólogos occidentales de la época.

Es necesario acudir a un tipo de arte marcial muy mitificada en occidente, principalmente debido al cine hollywoodiense, pero que es el ejemplo más característico de guerrero individual: el ninjutsu.

El ninja oriental, junto con el caballero andante medieval occidental son, sin lugar a dudas, los ejemplos más característicos del guerrero: aquel combatiente de un gran valor, a nivel individual, como activo militar.

Popularmente, el que la disciplina es la llave de la victoria se considera casi un axioma, pero por mucha disciplina que se tenga, sin la habilidad necesaria para derrotar al enemigo, el triunfo es inalcanzable. Resulta esencial, por tanto, que el combatiente completo sea aquél que hace uso y saca el máximo provecho de ambas vertientes, estando integrado en una perfectamente definida jerarquía militar al tiempo que es experto en el uso de las tácticas, el equipo y la formación necesarias para enfrentar al enemigo con garantías de éxito.

La Historia nos ha llevado al estado actual: la milicia profesional, donde se persigue este objetivo; convertir al combatiente en el guerrero y el soldado definitivo, proporcionándole los medios necesarios, tanto materiales como formativos, para ser un activo militar válido y esencial en el campo de batalla del Siglo XXI.

Si bien esto por sí solo no garantiza la victoria, resulta de gran ayuda.

Infante de Marina español, equipado con gafas de protección balística ESS Profile NVG, casco de protección balística con montaje para sistema de visión nocturna, sotocasco, un FUSA HK-G36C con empuñadura delantera, linterna táctica, mira HOLO con visor de aumentos abatible, AN/PEQ-2 y cargador doble. La tecnificación del soldado es esencial en el campo de batalla moderno.

Las fotografías son propiedad de sus respectivos autores.