El Arte
de la Guerra se fundamenta y depende de muchos elementos. Algunos abstractos,
como la instrucción, la moral o la determinación. Otros materiales, como el equipamiento,
el transporte o el avituallamiento. Otros históricos y permanentes como la
inteligencia militar, u otros relativamente nuevos, como los fundamentados en
las nuevas tecnologías.
Pero si
existe una piedra angular en el Arte de la Guerra, un núcleo sobre el que
orbitan el resto de piezas del puzzle, es
el combatiente, a quien podríamos denominar como la unidad mínima histórica de
la Guerra.
Según
la RAE, se define combatiente como:
1. adj. Que combate.
Tenemos,
por tanto, al individuo cuyo objetivo es enfrentar al enemigo; combatirlo. Pero
¿cómo lo combate? ¿Preferirá la acción disciplinada, en grupo? ¿Será, en
cambio, un lobo solitario? ¿Usará el subtefugio? ¿Sus acciones dependen de sus
superiores o tiene libertad de acción? ¿Cómo es su organización jerárquica? ¿De
qué equipo dispone?
Dentro
de una probablemente infinita relación de preguntas como las anteriores,
resulta interesante atender a dos habilidades del Arte de la Guerra en
particular, que afectan directamente al combatiente y la forma en la que éste
actúa en el campo de batalla: La disciplina y la habilidad guerrera.
En la Antigüedad,
era normal que los ejércitos diesen prioridad a la disciplina, por encima de la
habilidad guerrera. La falta de una milicia profesional y permanente, los
precarios medios y la variable disponibilidad de los recursos, tanto económicos
como materiales, justificaban una instrucción y una doctrina fundamentadas en
el número de la tropa, y no en su habilidad individual. La máxima
representación de esto es la falange griega, una formación de combate cuya
fuerza residía en la compactación de los integrantes de la misma, con un único
sentido de avance y un solo flanco viable para enfrentar al enemigo, donde
resultaba mucho más importante la cohesión que la habilidad individual de cada
combatiente:
Diagrama
de Falange Macedonia, compuesta por 256 efectivos, denominada Syntagma. Se
trata de una de las formaciones de mayor éxito, que cosechó victorias durante
varias décadas y enfrentó, saliendo victoriosa (siempre con el apoyo de otros
elementos de ejército), a ejércitos de gran cantidad de tipos y doctrinas
diferentes, desde formaciones similares, hasta elefantes y caballería ligera.
Podemos
encontrar ejemplos similares en prácticamente cualquier periodo histórico:
legión romana, ejército romano republicano, el grueso del ejército libre sirio
(2011-presente), etcétera.
Existen
en la historia, así mismo, ejemplos de lo contrario. Estilos de guerrear que
anteponen la habilidad del combatiente individual frente a la actividad grupal.
Por lo general, y a menos que nos refiramos a unidades específicas o ejemplos
muy concretos, se trataba de ejércitos en los que la disciplina y la cohesión
no eran demasiado relevantes. Un ejemplo de ello son las tribus germánicas de
los siglos I al III d.C., que pusieron en jaque al Imperio Romano y, finalmente
junto con otros factores y facciones provocaron su caída en Occidente.
Un
ejemplo muy importante de combatiente individual lo encontramos en Oriente,
donde la habilidad individual era extremadamente importante, pudiendo citar a
Miyamoto Musashi y su obra culmen, El Libro de los Cinco Anillos, un tratado
sobre el Kenjutsu o arte del manejo de la espada, como ejemplos más
característicos.
Sin
embargo, en el Japón feudal de esta época los ejércitos, dirigidos por la élite
militar conformada por los Samuráis, tenían su grueso compuesto por tropas
pobremente entrenadas y equipadas, los ashigaru, muy similares a sus homólogos
occidentales de la época.
Es
necesario acudir a un tipo de arte marcial muy mitificada en occidente,
principalmente debido al cine hollywoodiense, pero que es el ejemplo más
característico de guerrero individual: el ninjutsu.
El
ninja oriental, junto con el caballero andante medieval occidental son, sin
lugar a dudas, los ejemplos más característicos del guerrero: aquel combatiente
de un gran valor, a nivel individual, como activo militar.
Popularmente,
el que la disciplina es la llave de la victoria se considera casi un axioma,
pero por mucha disciplina que se tenga, sin la habilidad necesaria para
derrotar al enemigo, el triunfo es inalcanzable. Resulta esencial, por tanto,
que el combatiente completo sea aquél que hace uso y saca el máximo provecho de
ambas vertientes, estando integrado en una perfectamente definida jerarquía
militar al tiempo que es experto en el uso de las tácticas, el equipo y la
formación necesarias para enfrentar al enemigo con garantías de éxito.
La
Historia nos ha llevado al estado actual: la milicia profesional, donde se
persigue este objetivo; convertir al combatiente en el guerrero y el soldado
definitivo, proporcionándole los medios necesarios, tanto materiales como
formativos, para ser un activo militar válido y esencial en el campo de batalla del Siglo XXI.
Si bien
esto por sí solo no garantiza la victoria, resulta de gran ayuda.
Infante de Marina español, equipado con gafas de protección balística ESS Profile NVG, casco de protección balística con montaje para sistema de visión nocturna, sotocasco, un FUSA HK-G36C con empuñadura delantera, linterna táctica, mira HOLO con visor de aumentos abatible, AN/PEQ-2 y cargador doble. La tecnificación del soldado es esencial en el campo de batalla moderno.
Las fotografías son propiedad de sus respectivos autores.
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